lunes, 26 de mayo de 2008

¿Dónde lees tú?


Esta pregunta es importante porque dependiendo del sitio donde leas así será la calidad de tu lectura. Es decir, no es lo mismo leer en la camita antes de dormir (gran placer donde los haya), que en el metro con el abrigo colgando, mientras te sujetas a la barra y haciendo esfuerzos por no sacar las garras y echar mal de ojo a todos los que te rodean y empujan.


Y es que últimamente se están creando cada vez más lugares comúnes enfocados para la lectura. Los lectores se convierten en una diana comercial y en un target muy apetitoso de grandes centros comerciales. Por ejemplo, quién no se ha fijado en la zona acristalada de la planta del Fnac, ese espacio donde se queda la gente ojeando un libro para luego no comprarlo, pero oye, ha echado la tarde de gratis. Ese es un ejemplo. Otro en el que me he fijado hace poco es el mini café-librería de la Casa del Libro. Te lees el libro mientras te clavan por el café y así a lo mejor te picas y te lo llevas. Otro ejemplo, el bilbio-metro, una gran idea (innegable) de la que sacar rédito político.


Bueno, que me lío. La cuestión es que como leer en la cama, no hay nada. Y siendo sincera, a pesar del incordio, mi lugar preferido es el metro. Teniendo en cuenta que podría ser mi segundo hogar, no está mal aprovechar las horas. Eso sí, sentadita.

2 comentarios:

Antonio dijo...

En el cercanías, con asiento de ventanilla y en el sentido de la marcha te puedes leer hasta las páginas amarillas.

Y, por descontado, nada como la cama. Problema: esto de que te guste un libro depende mucho del estado de ánimo. Y a mi en la cama me resulta agradable leer incluso a Dragó.
Y eso, más que preocupar, acojona.

Unknown dijo...

La verdad, pensandolo bien, cuando te pones a leer un libro, siempre arrecia el sueño, antes de irte a la cama, cuando cojes el metro para volver a a casa a las cuatro de la tarde, todo el mundo va dando cabezadas sobre un libro que al final termina cerrando para no dormirse del todo. Por eso que un libro siempre es una invitación a soñar, tanto despiertos como dormidos.